ya son treinta y uno

viernes, diciembre 16, 2005

AL DOS POR UNO

Esta vez le tocó el turno a las margaritas en el Yerbabuena. Parecían inofensivas aún estando al dos por uno. La charla con La Niña Web y sus Amigos de Universidad giró alrededor del tema de siempre y de nunca. Su propia versión personalizada de un Islerodemiura. ¿Será que todos siempre tenemos guardado bajo la ropa un amor de esos que no terminan de terminar y no dejan de doler?
En fin, parecía que la noche estaba terminando sin problemas (aunque nos mantuvo intrigadas que El Niño PR no diera señales de vida. Hay quién dice que es táctica de guerra y de guerrilla, mi yo escondido se niega a reconocer que fue un intento de ligue fallido), cuando al salir me bastó el aire que soplaba quedito y la luna que se puso más alta que nunca para darle un empujón a los tequilas hasta la cabeza. Y heme aquí, me dije, borracha!
Y si el alcohol justifica lo incoherente que me puedo poner en estos casos, ahí voy como una estúpida a marcar un teléfono conocido. Por mi cabeza pasó el de Islerodemiura pero en un acto de redención que me condenó aún más profundo terminé por marcarle al Pibe Inesperado. ¡Qué la jodida, me dije, o sea que nunca voy a salir de una para entrar en otra!
Como era de esperarse, el argentinito con todo ese acento encantador y tono despreocupado me recomendó que me fuera a la cama (y no a la suya precisamente), que no quería que al dia siguiente me arrepintiera de mis actos (pero ¿quién diablos se arrepiente de andarse tirando un argentino guapo!?), que estaba yo en malas condiciones (y yo que siempre he dicho que el alcohol me sonroja las mejillas de manera especial) y que mejor nos veíamos en la fiesta del día siguiente. ¿Cómo lo ponemos? ¿Así o más claro?
Llegué a casa, bien sola, gracias y con la autoestima que se me enredaba en la suela de los zapatos. Eso de lidiar con el rechazo y el orgullo lastimado aún no se me da. Pero basto meterme entre las plumas del edredón para caer en un sueño tan vívido como irreal: tenía un "date" con El actor condesero. Una cosa absolutamente impresionante. El galán en cuestión y yo condeseabamos a gustísimo y (porfa no digan lo que están pensando) recuerdo perfectamente el tacto de sus brazos, su olor y hasta el color de sus ojos. ¡Vamos que a estas alturas me encuentro soñando como puberta enamorada del actor de moda!¡Alguién que me ayude!
Desperté alrededor de las cuatro de la mañana tras un beso que la Bella Durmiente y Walt Disney incluído me envidiarían. Miré a Manolo, que a su vez me miraba con la nariz pegada al vidrio de la pecera y vivamente iluminado por la luna grandota como una pelotota. "Debe creer que estoy loca" pensé. Le sonreí y volví a cerrar los ojos.

la que escribe Bridget Jo :: 08:53 :: 6 Le entran al cuento:

Poniendole de su cosecha

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