ya son treinta y uno

sábado, diciembre 17, 2005

¿ASI O MAS SALADA?

¿Qué tan mal le puede ir a uno en unas cuántas horas?-me pregunto.
El viernes, después de un dia de trabajo y la advertencia de una semana que pinta para la locura, inauguramos oficialmente el fin de semana. Empezamos con un café, sentadita frente a Parque México con Chiquito Venezolano como dicta la tradición. Y le siguió la cena con Chiquito Gurú en casa de la Catadora de Vinos y Marido Cineasta. Gente ecléctica, interesante, divertida pero ahí va uno a lo complicado.
La cita era a las 11 en casa de El Pibe Inesperado. La Fiesta prometía y la experiencia mística me estaba esperando. No fue así.
Por ahí de la una, llegamos al lugar que retumbaba con las tornamesas pero no daba para más. Lente oscuro, agua y dulces en mano, inició la acción. Quince minutos, media hora, una y ningún efecto. Nos dimos una segunda oportunidad, pasaron veinte minutos, cuarenta, dos horas infinitas y nada. Resignación. Esto no es lo mío supongo, no hay nada que contar.
O bueno sí: en medio del ruido infernal que terminó por aburrirme, empezaron las confesiones: El Pibe Inesperado y yo, apartados en un rincón, nos abrazamos para decirnos adiós, para hablarme de sus inseguridades y sus miedos, de lo mucho que me quería y lo poco que me deseaba, de lo bueno que había sido conocerme, tenerme y dejarme, se puso vulnerable, me puso quebradiza. Sus labios rozaron al tiempo mis labios, mis ojos y mi frente. Y apenas apretó fuerte mi cintura, las lágrimas empezaron a correrme como en llave abierta. ¡Qué escena! Los otros prendidísimos y nosotros en pleno drama de amigos con autoestima por los suelos. Y por si faltaba algo el asunto remató con un "déjalos ir. no te aferres. a todos, a mí, a los anteriores". ¡Demonios! Le bastaron diez días para saberlo. Y yo que 31 años después sigo con la pregunta del millón ¿pero por qué se van? Todos. él, uno, mil, los anteriores.
Para hacer el asunto más llevadero (pongámosle dramático, aburdo, incoherente y reconfortante), dormí en su cama. Muchos abrazos, pocos besos y sexo (buen sexo) no sé si por gusto, cariño o por no dejar. Desperté sólo tres horas después. El cuarto me asfixiaba, el sol brillaba fuera y yo, desnuda entre las sábanas de un buen amigo. Lo besé en la mejilla y salí huyendo.
No pasé de la puerta. La calle vacía, un hueco en el estómago y mi auto que no estaba. No por favor, pensé. El Pibe Inesperado me miraba con los ojos apenas abiertos y sin zapatos. Empezó el drama de buscarlo por debajo de las piedras y con la cruda en la cabeza. Mi Hermano corrió al rescate como era de esperarse, como sólo él sabe hacerlo en estos casos. Muchas horas después y $500 pesos menos lo recuperamos en un corralón de una zona lejana de la ciudad.
A las 4 de la tarde estaba metiendome en la cama sintiéndome gastada, acabada. La aparición del Amigo de la Infancia por tierras cibernéticas me trajo dos sonrisas antes de caer rendida. Desperté cuando ya el cielo estaba oscuro. Hoy es La Despedida. La casa del Pibe Inesperado espera a todos: los conocidos, los desconocidos, los que alguna vez pasaron por su vida. Y yo sigo aquí, preguntándole a Manolo que me mira desde la tranquilidad de su falso mundo océanico, si debo ir o no.

la que escribe Bridget Jo :: 19:41 :: 3 Le entran al cuento:

Poniendole de su cosecha

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