ya son treinta y uno

jueves, febrero 02, 2006

LO CONFIESO

Me di (¿le di? ¿nos dimos?) la oportunidad de ver a Islerodemiura. A lo que parece siglos de distancia, con los pumas empatando de fondo, en calcetines, tequila y whisky en mano, llegó la platicadita. De sus planes, de los mios, del trabajo, de los viajes, de los sueños... no sé bien si evitando discretamente el tema amoroso o más bien, dejándolo pasar de largo, como un asunto en el que no hay nada que decir. Fue una de esas conversaciones ligeritas, que suben y bajan de tono, se interrumpen con las carcajadas o se pierden en silencios profundos pero sin llegar a ser incómodos. A las dos de la mañana, el sueño ganó terreno. No hubo necesidad de decirlo. Se levantó y se fue hacia la recámara. Por un momento pensé en emprender la graciosa huída pero lo seguí con una extraña sensación de ya no ser los mismos. Como dos viejos conocidos, entre risas y sin falsos pudores me pusé un short con hoyos en el trasero y una camiseta diez veces más grande que yo. Me metí bajo el edredón mientras le daba la espalda. Él, como si lo hubiera sabido, se acomodó detrás, puso sus pies junto a los mios, cruzó su brazo por mi cintura y cerró los ojos. No hubo intentos, ni pasiones desatadas, ni siquiera un escalofrío me recorrió el cuerpo, no temblé ni dudé. Casi a la par empezamos a respirar más lento, más suave, sin movernos hasta caer profundamente dormidos.

la que escribe Bridget Jo :: 10:17 :: 4 Le entran al cuento:

Poniendole de su cosecha

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