ya son treinta y uno

martes, febrero 21, 2006

PARA MI EGOTECA PERSONAL

Pues sí. Hoy me sentí como cuando cada mes, en las epocas escolares, además de terminar en la oficina del director por rebelde y malportada, se me premiaba por la boleta de dieces parejitos. Así, a pesar de los desencuentros con El Editor que me bajonearon de manera importante el animo, resulta que hoy empecé a formar parte de un grupo 'elite' (quéee tal!) integrado por todos estos noños a los que nuestros superiores nos vieron cara de que a la hora de agarrar el lapiz, no lo hacemos tan mal. Y así, durante los próximos meses, deberé transformarme en una que pone letritras y acentos no sólo con intuición si no también con técnica. Me gusta la idea. Me gusta el periodismo narrativo. Me gusta Mi profe y aquello en lo que podría convertirme. Eso sí, el famoso tallercito no encontró mejor horario que el del alba, así que la ojera ya no habrá ni quién la borre.
De ahí, directito a otro grupito de seleccionados. Esta vez, los encargados de los procesos (una cosa complicadísima que no estoy aquí para contarles) de una revista. Y ahi te voy que vuelo para convertirme en la Miss regañona que andará correteando a sus niños incumplidos. Siendo honesta, esta idea tampoco me desagrada.
Ya casi para terminar el dia, apareció por mi casa El Chico Grande con ganitas de entrarle a la quesadilla condesera y, sin pensarlo dos veces, se nos agregó El Chico que llegó de Lejos. Que por cierto, en estos dias en los que la Princesa Yaris anda hospitalizada me da un buen aventón cada mañana hasta la instalaciones en el profundo poniente de la editorial.
Y justo por la ausencia de mi Princesa Yaris, resulta que hoy me gané un gran consejo de la sabiduria taxista. Andaba yo en la locura, teléfono en mano cuando lo detuve. Me subí no con pocas dificultades de acomodar mochila, bolsa, cerrar la puerta y no perder el hilo de la conversación con La Diseñadora a la cual, ooobvio, le estaba contando la última ocurrencia del Chico PR. Y así me aventé todo el viaje, entre consejos de aquella y haciendole señas al chofer para llegar a mi casa. Justo fuera de mi reja negra, a la hora de pagar y después de haber colgado el teléfono sin tener resuelto nada, el señorcito volteó, me miró fijamente y me dijo "Recuerde que la última decisión es la suya.. quién toma la decisión es usted no él". uf. cuánta contundencia.

la que escribe Bridget Jo :: 23:02 :: 9 Le entran al cuento:

Poniendole de su cosecha

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