ya son treinta y uno

martes, abril 04, 2006

BLACK LABEL

Apareció en mi puerta. Después de más de quince días de ausencia, para consolarme de los malestares varios. Lo esperaba impaciente. Y ahí, sucedió todo.. o quizá es que no sucedió nada. Lo vi a lo lejos, entre la oscuridad y detrás de la reja, y poco a poco, al acercarme supe que estaba a punto de pasar. Después del saludo con un beso desatinado entre mejilla, labio y confusión lo confirmé. El Chico PR y yo acabamos de pasar al otro nivel, el de la zona 'comfort'. Ni arriba ni abajo, diferente. El de la confianza mutua aún con todo su desencanto. Será por eso que pasamos, sin reparos, del trabajo a los planes venideros al asesino del noticiero al tema de la exclusividad. Si uno quiere romperala, basta avisarnos antes. Sin dramas, sin estrés, sin compromisos... Ese es el nuevo estatus. Curiosamente, el performance amoroso fue de lo mejor en toda la historia: caímos en un sueño profundo, con las piernas pegadas por el sudor y mi nariz rozando la suya, bajo calor sofocante del abrazo y el edredón de plumas.

A la mañana siguiente, seguía la fiebre y la gripa. Tras resolver el asunto de portada, estaba dispuesta a meterme a la cama cuando el El Editor y Profe apareció para recordarme el encuentro con El Editor de Mi Revista Favorita. No se trataba de cualquiera si no de Él.

Mientras caminaba por los rumbos coyoacaneses hacia el encuentro me sentí tan insegura como el andar de mis tacones por el empedrado. ¿Qué demonios iba a decirle yo al susodicho? ¿Qué podía hacer además de escucharlo con atención? Tal y como el dia que enmudecí frente a Sepúlveda, ¿me quedaba algo más que pedir un estúpido autógrafo?

Finalmente me aparecí en El Hijo del Cuervo, caminé hacia esa mesita en la que hablaba animadamente con El Editor y Profe y La Editora Argentina y pasé los primeros minutos como era de esperarse. Mirándolo, apenas abriendo la boca. Después de unas horas pude interactuar. Cuentos de crímenes, viajes y desamores, tres risotadas, un brindis y el intercambio de tarjetas. Al despedirse, lo miré curiosa. Se echó la mochila al hombro, sacudió el pelo ligeramente largo y desarreglado y dio la vuelta con esa convicción que pocos poseen de estar a punto de comerse al mundo. Lo supe, es de esa raza. Me quedé mirando al vacío con esa admiración muda que me generan las palabras que como él, no caminan, saltan.

la que escribe Bridget Jo :: 23:53 :: 3 Le entran al cuento:

Poniendole de su cosecha

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