ya son treinta y uno

sábado, abril 15, 2006

ÉRASE UNA VEZ...

Dicese de un pueblo perdido en medio de la nada donde, desde el presidente municipal hasta el peón de la última ranchería, resultan ser de la familia. ahí, entre polvo y viejos recuerdos decidí pasarme unos días.
La partida fue lenta y dudosa. Todavía durante las primeras horas me pregunté qué demonios hacía viajando por una carretera hacia aquel lugar tan frecuentado en mi tierna infancia y al que nunca volví. Preguntándome si no estaba viajando hacia atrás, en el tiempo, hacia un mundo que olvidé hace muchos años.
Bastó llegar para caer en la cuenta de que, en este pueblo rulfiano, el tiempo pasa de manera distinta. Mientras en las casas ni siquiera se detiene, en los viejos va haciendo arrugas curtidas por la tierra rojiza, seca y terca.
Tan es así, que la primera parada fue en la iglesia. Una misa 'de cuerpo presente'. ¿hace cuánto que no me paraba en un atrio? ni siquiera lo recuerdo, pero supongo que la ocasión lo ameritaba. Era la misa por la muerte del tio Barrios. Ese del 'rancho grande', el que nunca envejeció, masón de cabello negro azabache y bigotes importantes. Ese que alguna vez me distinguió con el privilegio de entrar a su biblioteca, de prestarme libros y considerarme una 'digna' de sentarse entre los hombres que discutían de política. Ese que mataba el borrego cada año para festejar el sábado de gloria se nos fue en pleno jueves santo.
El entierro parecía más una fiesta que una tragedia. Nos encontramos todos. La viuda -mi tia, la ruda de 'la troca'- miraba en silencio, los hijos -mis primos, los veterinarios guapos y rancheros- trataban de ocultar el desencanto con fuertes abrazos, las hijas -esas primas una más rebelde que la otra- estuvieron bien paradas a un lado, nunca perdieron la compostura ni la leve sonrisa. Los demás se saludaban con el gusto de volver a verse. "Son cosas que pasan", dicen por aquí.
De ahí, el viaje siguió hacia las 'casitas sanjuaneras' con ese olor inconfundible a pueblo. Ahí, pasando de una casa a otra para saludar a los que faltaban se me olvidaron los agobios. Y vaya que Islerodemiura se empeñó en aparecerse al teléfono y hasta El Chico PR mandó mensaje hablando de su luna playera.
Mientras tanto yo me dediqué a tratar de definir el clima de un lugar en el que el sol quema recio por las tardes y las heladas nocturnas se meten en los huesos.
Me dediqué a perderme por el gusto de reencontrarme en los libros que extrañaba, en la buena comida que ya hizo estragos en la figura (pero quién le dice que no a la barbacoa de borrego engordado en los alrededores, al atole de masa y piloncillo, al pan 'de piojo' y los sopes recién hechecitos), en la familia que se parece reproducirse de forma exponencial.
Yo, sin ganas de pensar, me dediqué a no pensar.


La espera no fue poca, pero valió la pena.



La sola idea de partir pone de buenas a cualquiera.


¿Voy o vuelvo?

Son cosas de familia


Una Garrido, pa' servirle a uste'


la que escribe Bridget Jo :: 22:34 :: 12 Le entran al cuento:

Poniendole de su cosecha

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