ya son treinta y uno

lunes, julio 17, 2006

¿SERÁ?

La cita era a las 5.30. Conociéndo al susodicho empecé a producirme por ahí de las 6. Evidentemente pasaban de las 8 cuando llegó su primera llamada:
-"Ya casi estoy, me estoy saliendo de bañar".

El coraje y la frustración se me hicieron nudo en el estómago. Justito ahí, arribita, entre las costillas sentí la rabia por la tardanza que hacía mucho no me generaba. ¿Pero qué me podía esperar? ¿En qué momento se me ocurrió que Islerodemiura fuera el mejor acompañante para una boda? ¿En qué momento pensé que él fuera siquiera un acompañante?

En fin, unos minutos antes de las 9 apareció. Ya superproducida, con harta pluma, tacón y lentejuela, me subí al coche y le sonreí de oreja a oreja.
-"¡Hola, corazón!" le dije.
En ese momento lo decidí. No me haría perder 'la paz interior' que tanto trabajo me ha costado adquirir. No permitiría que se me moviera un pelo. A fin de cuentas, Islerodemiura llegará tarde hasta a su propio funeral.

Dos horas después, ya en medio del pachangón le sonó el celular. Había que irnos, tenía un problema de trabajo, tenía que salir de viaje en ese preciso momento a tierras muy muy lejanas. Yo no le creí. Y así, la boda tan esperada llegaba a su fin por lo menos para mí.

El domingo salvó el fin. Me esperaba una tarde de toros con El Joven Fuera de la Realidad. Bonito, suavecito y lluvioso pasó el tiempo en La Plaza. Un poco me contó de él, un poco le conté de mí.
-"No entiendo tu relación con Islerodemiura", dijo.
-"Yo tampoco", pensé.

Esta mañana sonó el teléfono. Era Islerodemiura. Mis sospechas se confirmaron.
-"Tuve un súperproblema.. bla, bla.. me dejó el avión.. bla, bla, te marqué para avisarte.. bla, bla y más bla..."
Pasados los primeros tres minutos no lo escuché más.

Sentí un profundo hastío, una nausea, un nada. Una tristeza suavecita porque no le creo, aunque lo quisiera. No importa si volaba a Rusia o a meterse a los brazos de la novia de turno. No lo sé, no voy investigar, no voy a enterarme. Ya no.

Siento un desencanto que me es familiar. Y ni siquiera sé si es por una sospecha no confirmada, por la posibilidad de una mentira o por esta terrible e infinita desconfianza que no se cura con nada.

la que escribe Bridget Jo :: 10:05 :: 12 Le entran al cuento:

Poniendole de su cosecha

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