ya son treinta y uno

lunes, julio 24, 2006

UN FIN DE AQUELLOS

Pues sí, este fue uno de esos fines de semana en los que una tiene que detenerse un ratito a respirar. Y aquí estamos.

El viernes tocó comida con La Mejor Amiga. Rapidita pero consistente, nos contamos todo eso que nos habíamos perdido de tanto tiempo sin vernos. Estabamos en esto y aquello cuando llamó el Señor Bajo Perfil. Una cita en el parque era lo único que nos faltaba. Y la tuvimos.
Ahí estamos los dos, camina que te camina en círculos entre arbolitos y perros sin cadena. A cada paso sentía que estaba por llegar. Algo que no sé pero que tenía que decir. Creo que fue hasta que nos sentamos en el café cuando pudo articular palabra.
-No sé... mm.. si, no... mmm... bueno, quién sabe, dijo.
Uff! Pensé. Uno más a la lista de los "estamos confundidos". Y sí, el muy confundido con su propia historia. Yo más con sus desaciertos.
¡Carajo! ¿No existe en este planeta uno que no traiga grabado el "no eres tu, soy yo" en el disco duro?
Casi milagrosamente, después de horas de darle vueltas a un asunto (que sigo sin entender cuál es el verdadero asunto), sonó el teléfono. La primera vez no contesté (la compañía lo ameritaba), al tercer, cuarto, quinto sonido supuse que era algo importante. Lo era.
El Joven Fuera de la Realidad apenas podía hablar entre sollozos.
-Estoy mal, me dijo.

Bastó oir el llanto, la voz para reconocer la situación en la que me he visto varios millones de veces: crisis de desamor, soledad y abandono.
No lo pensé dos veces, tenía que estar ahí.
Dejé al Señor Bajo Perfil con sus dudas bajo la lluvia y me encaminé hacia el profundo poniente. Mientras manejaba entre charcos me pregunté si de verdad yo era la mejor ayuda en ese momento. ¿Y qué demonios le diría yo de amores, si de amores -como bien sabemos- no entiendo un pepino?

Estuve hasta las 3 de la mañana con él. No recuerdo bien qué dije, sólo que para esas horas ya se le habían secado las lágrimas y hasta le arranque una que otra risotada con mis historias de amores fallidos y familias disfuncionales.
Creo que sirvió de algo.

El sábado el día pasó lento y tranquilo hasta que me encontré sentada en la sala de un cine para ver Camina sin Mí. ¡Qué cosa!. A los primeros diez minutos yo ya no paraba de llorar. Para cuando terminó la proyección, mis ojos eran dignos de un sapito coqueto. Me quedé en silencio, mientras prendían las luces. Y así, en silencio me fui a casa a dormir. Nada de fiesta, me quedaba mucho por pensar.

El domingo reapareció por ahí el Señor Bajo Perfil. Ningún argumento nuevo, nada como para llamar a casa. Más bien, se ve más cerca el final de una historia que no empezó, que el inicio de una historia sin fin.

Cuando creíamos que había sobrevivido a estos días, casi al filo de la media noche, volvió a sonar el teléfono. Islerodemiura no paraba de buscarme a cuánto número se le ocurria. Al contestar y sin tiempo para replicar, me reclamó la desaparición de los últimos días.
-Hay alguien por ahí, verdad?, dijo
-Mmmm, contesté.

¿Hay alguien? ¿Pero quién jodidos va a haber? Si todo especimen que se me cruza por el camino tiene historias detrás (y delante) no resueltas, si a unos les da miedo mi franqueza, si a otros les asusta mi autosuficiencia pendeja, si más bien siguen enredados en historias de nunca jamás (tal y como yo me la llevo enredada con el tal Islerodemiura). Si me basta verlos con ojos de posibilidad para que se desplieguen una serie de inconvenientes que vuelven a ponerme en mi sitio. Sí, el de treinta y uno, casi treinta y dos, y más soltera que nunca.

la que escribe Bridget Jo :: 14:46 :: 10 Le entran al cuento:

Poniendole de su cosecha

---------------oOo---------------